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Ajustando un cronómetro astrofísico

Es muy probable que hayas leído en alguna ocasión que el planeta Tierra tiene del orden de 4550 millones de años de antigüedad, que el rover Curiosity en Marte es capaz de calcular la edad de una roca (cosa que hizo en 2013) o que la Sábana Santa que se conserva en Turín data del siglo XIII. Para poder hacer estas afirmaciones se necesita un reloj, que no tiene que ser parecido al que tienes en el móvil o en la muñeca: basta con que sea algo que cambie con regularidad y cuyo periodo de cambio sea adecuado a lo que se quiere medir. Así, por ejemplo, puedo decir que tal persona tiene treinta primaveras o que el embarazo dura nueve lunas.

La datación de objetos del pasado, sean planetas, rocas o artefactos humanos, se basa en una idea que tuvo Ernest Rutherford en 1903. Sugirió que la ratio de la abundancia de los elementos radioactivos con respecto a los productos de su desintegración proporcionaría un método para medir las edades de las rocas. Robert John Strutt y su estudiante Arthur Holmes desarrollaron la idea de Rutherford y para 1911 Holmes ya había usado el ratio uranio/plomo para estimar las edades de distintas rocas del Precámbrico.

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